top of page
  • Charlotte

El desafío de llevar una vida lenta


Mientras comentábamos el artículo de Daisy con los jóvenes de la iglesia, terminamos reflexionando sobre qué es en verdad la vida lenta. En un contexto de vida apresurada o como me gusta decirle, la cultura del Pali Pali (cultura coreana sobre la necesidad de llegar rápido o de la inmediatez, perdiendo lo hermoso del camino o la espera), es crucial cuestionarnos cómo llevamos nuestra vida.


Primero fuimos confesando cómo llevábamos nuestras propias vidas. Reflexionamos sobre los extremos de la hiper-productividad y el agotamiento, donde los tiempos de equilibrio eran tan solo momentos fugaces. Identificamos que muchas veces la toma de decisiones de hacer algo o no, viene más del reconocimiento, nuestro ego y reafirmar nuestro valor. También vimos como la procrastinación perjudicaba nuestra vida diaria, y que una buena administración de nuestro tiempo era algo que debiéramos buscar. Y que incluso las instancias eclesiásticas también nos cansan, agotan y hacen que nos entreguemos a un activismo eclesiástico, pero no a una relación constante con Dios. Todos estos temas antes mencionados los comentó Daisy en el artículo anterior, sin embargo no pudimos evitar preguntarnos ¿Es realmente posible llevar una vida lenta en la sociedad que vivimos?.


Sin lugar a dudas una vida lenta es un gran desafío, porque primero nos obliga a tomar una pausa, pensar en lo que hacemos, ver qué cosas glorifican a Dios, y reflexionar en qué actividades verdaderamente pueden tomar otras personas, pero queremos tomarlas nosotros. Muchas veces motivados por el temor a un mal resultado (nuestro ego es muy elevado), o porque nadie lo está haciendo (no nos damos el tiempo para enseñar y delegar). Estas últimas situaciones en muchas instancias, se vuelven un freno para organizar y cambiar totalmente, por lo que es de suma importancia reflexionar en aquellas cosas que nos gustaría compartir con ustedes a continuación.


Redefinir nuestro valor y éxito


Este punto que ya parece cliché en cada campamento juvenil, ya sea porque en la juventud estamos en búsqueda de nuestra identidad o porque constantemente está la necesidad de sentirse amado, es casi higiénico entenderlo y seguir tocándolo.


A pesar de que somos pecadores, es importante recordar que también somos imagen de Dios. Génesis es uno de mis libros favoritos, y cuando leo que "Somos su imagen y semejanza" (Génesis 1:27), que somos sus representantes y su reflejo en la tierra, y debido a esto tenemos valor y dignidad, me resulta vergonzoso que muchas veces no le tomo el peso a este título.


Nuestro valor desde el inicio de nuestra creación es debido a Él, entonces nuestro propósito y el éxito de nuestras vidas debería ser medido por eso también. Y aunque me sé este discurso de memoria y sé que mi valor y éxito se miden en Dios, ¿Qué dicen mis actos? probablemente todo lo contrario, porque me encuentro creando proyectos que no pidieron, ofreciéndome para hacer cosas aún sabiendo que no tengo el tiempo o buscando la aprobación en mi trabajo, familia o iglesia. Entonces, ¿Cuándo me siento valorada? ¿Cuándo me siento exitosa? las respuestas muchas veces son deprimentes. Si mi valor está en que soy creación e hija de Dios por la obra de Cristo, en mi relación con Dios y seguir su propósito que es glorificarlo a Él con mi vida (Salmo 139:13-14), mis respuestas son finalmente la vanagloria y buscar mi valor por las cosas que logro, las cosas que tengo, a pesar de que Eclesiastés dice que todo esto es vano. 


Entonces, cuando re-definimos que nuestro éxito se mide en la obra de Cristo y nuestro valor en que somos sus hijos, todo lo demás ya no tiene importancia. Esta verdad nos permite ser libres de un montón de cosas (lo que finalmente vino hacer, liberarnos de esa esclavitud), y a su vez nos permite trabajar en los talentos que Dios nos dio y no hacer todo para demostrar lo que podemos hacer o para medir nuestra inteligencia. Pensar en nuestro valor debiera llevarnos al descanso y no al agotamiento.


Límites


Llevar una vida más lenta nos debería llevar a pensar en los límites que tenemos. No somos Dios, pero muchas veces queremos serlo, como Eva cuando fue tentada, la misma mentira que la serpiente le dijo a ella (Génesis 3:5) nos sigue tentando en la actualidad, es triste pero cierto. Y si bien, los límites es algo que ahora últimamente hemos escuchado mucho, quizás no en el enfoque correcto, porque es más sobre ponerle límites a las personas para no terminar heridos, que otras cosas. A lo que quiero invitarte a pensar es en los límites de nuestros talentos, dones y tiempo. Si nos ofrecen algo, ¿Podemos realmente hacerlo? ¿Podemos glorificar a Dios con esto? ¿Hay realmente alguien que lo puede hacer mejor y que tiene mayor aptitud?. Esos límites nos permiten llevar una vida más lenta, porque no nos llenamos de cosas, sólo de lo que realmente podemos hacer, porque finalmente si tomamos más cosas de las que podemos, nos lleva a sacrificar tiempo, tiempo para estar con nuestros amigos, con nuestra familia, con nuestro novio/a o esposo/a y lo más importante con Dios, lo que me lleva al siguiente punto.


Tiempo con Dios


¿No te pasa que ya llegas tan cansada que tu tiempo con Dios se reduce a una oración en la noche?, que muchas veces por el agotamiento, llega a ser hasta incoherente... Nuestro tiempo con Dios debiera ser nuestra piedra angular, pero muchas veces pasa a ser la piedra molesta dentro del zapato, el check list antes de dormir. Y que triste… porque si la razón de mi valor es la obra de Jesús en la cruz, cuyo propósito es volver a una relación con Él, y lo tratamos como si fuera lo último del día, es como si le dijéramos que su obra no sirve, que no tiene la importancia para nosotros o no es relevante. Si la productividad llega a sacrificar nuestra relación con él, es porque claramente lo estamos haciendo mal, lo que nuevamente me lleva al siguiente punto.


Simplicidad y Prioridad


Ante el ruido social que tenemos, muchas veces podemos llegar a perder el foco. Que para esta edad debería tener esto o debería estar haciendo esto, son cosas que nos llevan a la comparación, a la tristeza y llevar una vida acelerada para cumplir con lo que socialmente deberíamos estar haciendo. Dios no quiere que tengamos vidas complicadas, quiere que ser nuestra prioridad, y al ser él nuestra prioridad, nuestra vida debiera ser simple. Él dice que su yugo es fácil, la versión NVI dice mi yugo es suave (Mateo 11:28-30), pero nosotros insistimos en complicarnos. Dios no espera que tengas una casa, hijos, familia, autos o una vida ministerial gloriosa (no estoy diciendo que no podamos tenerlas, o que Dios desea todo lo contrario), Dios desea que cumplamos su propósito de llevar una vida que lo glorifique a Él (Jeremías 29:13; Mateo 6:33). Esto nos va a llevar a priorizar nuestro tiempo y consumo. De hecho nos hace preguntarnos, si tomo este proyecto ¿Lo voy a glorificar? ¿Qué debo sacrificar si lo tomo? Si compro esto ¿Voy a glorificarlo a Él? ¿Qué voy a sacrificar? ¿Tiempo con mi familia para pagar las cómodas cuotas? Dios nos lleva a una vida simple, porque Él sabe que somos humanos y que somos limitados. Pero somos nosotros los que no entendemos esto, porque a veces el ruido exterior, es más fuerte que la voz de Dios.


Dios nos lleva a una vida simple, porque Él sabe que somos humanos y que somos limitados. Pero somos nosotros los que no entendemos esto, porque a veces el ruido exterior, es más fuerte que la voz de Dios.

Por eso también nuestra comunidad es muy importante, los amigos con los que nos rodeamos, la iglesia que está a nuestro alrededor, nuestra familia, entre otros. Dios en su palabra nos dice que confesemos a nuestros amigos nuestros pecados. Esto tiene  el fin de ayudarnos y amarnos (Romanos 12:10), a lograr ver cosas que no estamos viendo y por sobre todo a la oración. Confesar nos da descanso, pero también nos brinda ayuda, la comunidad es clave para ver cómo hemos ido avanzando en que Cristo sea nuestra prioridad y en el centro de nuestras vidas. 


Otro punto a considerar es la flexibilidad, adaptación y Soberanía de Dios: los cambios muchas veces los queremos de forma rápida, pero llevar una vida simple nos tomará tiempo si somos personas que tomamos proyectos, actividades y todo lo que venga. Aprender a decir que no también es amor al prójimo, porque nos lleva a hacer las cosas que estamos haciendo bien con amor, y las que no podemos hacer, ayudar en buscar una persona con los talentos adecuados que pueda hacerlo. Frente a esto, puede ser una tarea de meses o incluso de años si volvemos a recaer, puede que nos lleve a la frustración, a la pena y al enojo otras veces. Sin embargo, debemos recordar que Dios es soberano y debemos encontrar descanso en eso (Proverbios 3:5), que muchas veces las cosas pueden salirse de control, pero que Dios sigue estando en control, que Dios nos capacita y nos entrega otra virtud, ser flexible y la capacidad de adaptarnos. Y sí, podemos pegarnos la lloradita, pero hay que seguir y debemos ser más flexibles ante las cosas que muchas veces no nos resultan como queremos.


Pensando en todo esto, obviamente es un desafío llevar una vida lenta, porque para hacerlo hay que reestructurar todo, bajar la intensidad y dejar de escuchar el mundo para llevar una vida que lo glorifique a Él. Lo que me lleva a preguntarme si es que realmente puedo hacerlo, sobre todo en la vida que llevo actualmente. Y chicos lo que les escribo me duele, porque me confronta y realmente en este punto me hace detener y pensar qué camino debo tomar, pero la vida acelerada siento que me empuja, pero vuelvo a pensar en que Dios es soberano y me ayudará en este camino de llevar una vida más lenta, simple y satisfecha en Él. Y espero que a ustedes también (Filipenses 4:11-12)


Un abrazo a todos los que leyeron esto, los abrazo a cada uno, de esos bien apretados que esperan alentar a alguien que está triste.

1 Comment


Valentina  Cáceres
Valentina Cáceres
Jul 01

Linda reflexión, a reforzar el tiempo con Dios ... Bendiciones

Like
bottom of page